PARA LEER LOS CUENTOS, TIENE PREVIAMENTE QUE PONER PLAY EN EL VIDEO. EL CUENTO SE DEBE LEER CON LA MÚSICA DE FONDO. POR ESO SON CUENTOS PARA CANCIONES.

miércoles, 30 de octubre de 2013

La felicidad, esa alucinación


     (Música para escuchar de fondo: Felicidad- César Banana Pueyrredón)


La felicidad, esa alucinación que dura momentos y que uno se maquina por hacerla eterna. Esa suma de instantes fugaces, esas luciérnagas atrapadas en un frasco que se van apagando poco a poco, a medida que el aire se acaba.

Fui feliz, puta que fui feliz. Hice lo imposible ante lo prohibido. Jugué fútbol. Metí goles de chilenas y de cabeza. Eludí a un sinfínde jugadores y marqué golazos. Fui un 10 morfón, y un 9 que siempre aparecía en el momento preciso. Y también un burrazo de aquellos. Me reí, me abracé a mis amigos al terminar un partido y me arrastraban cansado hasta la puerta del parque para seguir contando anécdotas y reviviendo los encuentros, ya en el pasado y aún así, tan presentes. Felicidad sobre la felicidad pasada. Los recuerdos. Y las risas. Puta que fui feliz.

Fui triste. No estuve triste, sino que fui. Pasé agonías físicas y mentales. Sufrí sin entender porque. Golpeé, caí, me levanté, me quebré, me levanté, me clavaron con hierros y pusieron más peso en mi espalda y mis piernas. Esquivé miradas acusatorias, risas y burlas escondidas. Puta que fui triste.

Fui feliz, puta que fui feliz con mi piojita durmiendo sobre mi pecho, nadando con ella en una Pelopincho y llevándola aferradita a mi en la bicicleta. Ella me abrazaba como si nunca me quisiera soltar -tan distinto a como ya dejan de abrazar cuando crecen- y se aferraba a ese hombre que la llevaba por adoquines de Barracas como si fueran caminos de caramelos y paisajes de Alicia en el país de las Maravillas. Con sus“papá” y sus abrazos a mi llegada y pasitos de enanita sorprendiéndote en cada minuto. Puta que fui feliz.

Fui triste. Claro que fui triste cuando un proyecto se derrumba. Cuando no se descubre el amor y no se edifica una familia. Cuando un hogar se transforma en una casa vacía bañada en sombras de fantasmas propios. Y una cama gigante se transforma en un colchón sin espacios para el ego y uno mismo.

Y fui feliz, claro que lo fui. Besando y siendo querido. Intentando amar y ser amado. Abrazando. Compartiendo. Cantando y escribiendo. Sonriendo y sobre todo, riendo. Corriendo y saltando a una pileta. En una montaña rusa verde o roja, o en un ascensor con caída mortal. En un fogón mirando la luna, y a la orilla de un río, escuchando música solo. En una montaña, sintiéndome contenido o lanzándome al vacío en un parapente para saber lo que es volar.  Y volé en varios ojos, me embobé con amores imposibles, dejé huir realidades tangibles, me equivoqué, acerté, y me reí. Puta que fui feliz.

Fui triste, cuando no me quisieron, cuando se alejaron o me mintieron. Cuando fabriqué realidades ficticias y deposité mis anhelos en terceros. Fui estúpido y un idiota, un falso poeta y Narciso pomposo. Superficial. El mismo tipo que nunca aprende de sus errores y sueña a veces con películas románticas. El que cree que un verso puede ejecutar milagros y un beso ser la apoteosis final de todo lo majestuoso. Que nada tiene un final y los cariños son eternos. Fui triste cuando dejé de jugar con muñequitos y disfrazarme de superhéroe y darme cuenta que ahí, la realidad, golpeaba y avisaba que no... no existían los héroes de máscaras y rayos cósmicos, y que los pocos héroes que existían, eran aquellos que tenían un valor inalcanzable porque dejaban el todo por el otro, y también los que ni tenían prensa y vivían entre nosotros, escondidos en su día a día, haciendo sus pequeños milagros.

Fue feliz y triste cuando no disfrutaba lo que tenia y anhelaba lo ajeno. Fui emocional y un demente. Un amante enloquecido y un tierno algo afeminado.

Fui feliz cuando tuve muchos amigos, y triste cuando tuve pocos. Cuando los tuve reunidos entre chistes y nostalgias, entre ahoras y siempres. Fui feliz cuando pensé que eran perpetuos, y fui triste cuando vi que las distancias nos alejaban.

Fui feliz estudiando, viendo a esa mujer que me ponía nervioso riéndose y mirándome. Fui triste cuando ya no la vi y por soñarla. Fui trágico y pesimista, la mitad del vaso vacío. Fui músico, compositor y sobretodo, escritor. Pinté colores nuevos con mis letras y me pensé Mozart, aún llorando como Salieri. Fui Beethoven antes los consejos, y fui sobre todo mental, con cerramientos de titanio ante lo emotivo.

Lastimé y fui lastimado. Gané algunos torneos de padel, y fui feliz y fui triste. Me comparé con otros, fui intolerable conmigo mismo y exigente al máximo, no me permití los errores y por ello me seguí equivocando. Gané, perdí. Fui menospreciado. Fui sentenciado. Por mi mismo. Y por los demás. Me lo permití. Y se los permití.

Hoy tengo un hueco extraño en el pecho que no me deja pensar claramente y una angustia que no puedo manejar. Sé que esto será un “fui triste” y que luego será un “fui feliz”. Y un triste feliz sin fin.

Hoy soy esto. No pude ser Phil Collins, no pude ser Federer, no pude ser Maradona ni Pelé. No pude ser Cortázar ni siquiera un Brad Pitt.  Quizás alguna vez te hice reír, o llorar, o te di bronca, o te enojé. Quizás nos abrazamos e incluso nos quisimos. Tal vez nos besamos o hicimos el amor. Quizás no somos nada, y quizás a vos ni te conozco, y algún día te pueda conocer. Y seas ella.

No sé. Soy triste. Soy feliz. No soy la gran cosa que me creí pero soy papá. Aunque la tenga muy lejos dentro de poco, la tengo muy cerca todos los días.

Soy esto, ni ejemplo, ni una mierda de persona. Alguien que piensa demasiado y que no aprendió lo necesario sobre el amor. Egoísta, terco,autoritario, y egocéntrico. Tierno, romántico, estúpido y mortalmente terrenal.

Soy esto. Feliz. Triste. Y seguiré persiguiendo, en bicicleta, esa felicidad, esa alucinación que me espera a la vuelta de la esquina, en esos caminos de caramelos de Alicia en el País de las Maravillas. Esa bicicleta que lleva una vieja máquina de escribir como manubrio y donde seguiré escribiendo instantes fugaces, esas luciérnagas atrapadas en un frasco que se van apagando poco a poco, a medida que el aire se acaba.