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martes, 3 de mayo de 2011

La leyenda del sapo y la princesa

“La luna se esconde detrás de un edificio, y ahora la oscuridad es total. A soñar.
Recordame. Yo te recuerdo. Nunca te voy a olvidar.”   (De una carta lejana...)

(Música para escuchar de fondo: Princesa. Belinda).

                                                  Ver fábula de "El León enamorado" (Samaniego) ... Aquí

En un mundo de sueños, hadas, canciones y dragones, existía una princesa. La "única" princesa aunque muchas portaran el título. Princesa por su cara angelical y su risa de luz propia, brillante, radiante. Princesa por sus ojos angelicales y pícaros a la vez.
Pero he aquí que en ese reino poblado de príncipes azules, la princesa no encontraba el suyo. Atenazada por el recuerdo del antiguo príncipe Maquiavelo, que la había dejado herida de ternura, aún no abría su corazón a ningún valiente que intentara conquistarla.
Un día, no hace mucho tiempo, y tampoco importa a los fines del relato, la princesa se encontró con un sapo. No un sapo cualquiera. Un sapo cantor. El anfibio (el bicho si hay niños leyendo la historia) saltó sobre la princesa, rozó su piel y le dijo: ¡CROAK!

Hosada (así se llamaba la princesa) acarició al anfibio (al bicho ese) y sonrió:

-Eres lindo y simpático. Lástima que no puedas hablar.
-Se ve que no viste muchas películas de Disney, ¿no? -le contestó el sapo y le guiñó un ojo.

Hosada no se asustó. Por el contrario, le gustó la situación e investigó aún más.

-¿Eres acaso un príncipe encantado al que tengo que besar?
-Sos re original vos.
-¿Eres o no eres?
-Ser o no ser. Esa es la cuestión.
-Tonto.
-Bonita.
-Contesta animal estúpido.
-Pues bien, si me tratas con tanto cariño, te contestaré princesa. No, no soy un príncipe azul (además... ¿no ves que soy verde?). Soy sólo un sapo, pero que ha estado enamorado de tí, desde que te vi por vez primera.

La princesa sonrió contenta.

-No eres mi primer sapo enamorado -le dijo- Tuve un sapito, más flaquito, que estaba loco por mí.
-Era yo, princesa Hosada.
-¿Tú? Imposible.
-Debes entender, princesa. A veces somos patéticos cuando nos enamoramos. Y mucho más patéticos cuando no somos correspondidos. No comemos por días. O, como en mi caso, nos bajamos 3 kilos de helado por semana.
-¿Los sapos comen helado?
-No viene al caso.
-¿Hay heladerías en este reino?
-Es un cuento, todo se vale. La cosa es que ya no soy ese flacucho que conociste.
-Pero tienes que entender que yo no salgo con sapos.
-¿Quién habló de salir? ¿No podemos sólo besarnos mientras yo salto? ¿No te resultaría divertido?
-Me haces reír.
-¿Algún príncipe acaso lo ha hecho?
-¿Reír? Algunos. Sí. Pero no saltando.
-¿Y alguno te ha tocado como yo?
-No, tu piel verde es distinta. Es cierto.
-Entonces... ¿Por qué no puedo ser tu príncipe?
-Porque eres un sapo. Simplemente por eso.

El sapo no insistió. Entendió que los besos se dan, se reciben, se merecen, pero no se piden. Tampoco el amor. Ese estúpido y utópico sentimiento que lastima. El amor nace sin demasiadas explicaciones. Sin lógica. Sin tiempos. Son sensaciones que vienen y van. Es música. Sí, el amor es música. Canciones. Y este era un reino de clave de sol, de bemoles y sostenidos, corcheas, fusas (y confusas), y por suerte, negras y blancas, ningún gris.

Y entonces el sapó peló la guitarra, se puso un sombrero Indiana Jones y cantó:

"¿Hace falta que te diga, que me muero por tener algo contigo? ¿Es que no te has dado cuenta de lo mucho que me cuesta ser tu amigo?

Entonces las mariposas volaron, el sol y la luna se unieron para escuchar, los pájaron hicieron coro, y el sapo siguió cantando:

"Sobre tu piel, puse mi caricia mejor, puse mi ilusión también"

Tres... No, cuatro arcorirs se asomaron en el horizonte.

"When a men loves a woman, down deep in his soul, she can bring him such misery if she plays him for a fool"

¿Qué? - preguntó la princesa ya romántica

-Subtítulos, por favor -reclamó el sapo políglota.

"Cuando un hombre (léase sapo) ama a una mujer hasta el fondo de su alma, ella puede traerle tal miseria si lo trata como un tonto".

-Ayyyyy -gritaron como locas las alondras mientras corozancitos rosas flotaban en el ambiente multicolor.

"Love of my life, you´ve hurt me, you´ve broken my hear and now you leave me, love of my live can´t you see, bring it back bring it back, don´t take it away form me, because you don´t know, waht it means to me"


-Algo en castellano, por favor -clamó la princesa al borde del llando, ya vencida de emoción.

"Dime que no, me tendrás pensando todo el día en tí, planeando una estrategia para un sí"

-Sííííí -gritó la princesa Hosada.
-¿Sí? -repitió el sapo para asegurarse.
-Sí -contestaron todos todos todos los animalitos del bosque mágico.

Y la princesa besó al sapo. Ni el sapo se transformó en príncipe ni la princesa en sapo. O sapa. O como se diga. Sólo se besaron y entendieron que iban a vivir como dicen lo cuentos cuando finalizan: felices para siempre. Algo así era.

O sea (moraleja):

Los finales felices existen....

                          ...Sólo en los mundos de sueños, hadas, canciones y dragones.

(Aunque hay algunos que aún conservan cierta magia, y se pueden transportar a ese mundo. ¿Vos tenés un pasaje para mí?... Los sueños, sueños son. Los sapos, sapos son. ¿O no te das cuenta que son verdes?).

4 comentarios:

  1. Me gustó mucho!!!! y los finales felices de historias de amor existen!!! aunque en realidad son comienzos

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  2. Muy bueno!
    Todas nos creemos princesas y cuando convertimos al sapo en principe, al cabo de un tiempo suele pasar al estadio de un insufrible batracio! (no falla!)
    Cómo serán las heladerías para sapos? Y que gusto de helado era el preferido del sapo?

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  3. Me encantó!!!!! realmente muy bueno!!! Las historias de amor con final feliz existen...solo que pasan MUY de vez en cuando. Y los reinos mágicos se crean de a dos...y existen.

    Firmado, una princesa cansada, con edad de Reina Madre, y que besó muchos sapos y muchos príncipes jajaja ;-)

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    1. Si fueses tu, estarías dispuesta a perdonar y besar por siempre a este sapo lento, con sus forma tal como está ahora?

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